Como nace Efimec:

Texto publicado en revista BAB nº 202 Buenos Aires, Argentina.

 

Se me cruzó un Dragón

velero antes de armar la cubierta.puliendo la cubierta de baldeo

"Un barco cuyos rumbos cambiaron el de mi vida, que me hizo entender que cuando tenés un sueño no existen excusas para no cumplirlo."

La náutica es para mí una pasión que empezó de chico, cuando mi abuelo me llevaba a navegar en su velero H-20. Sus problemas de salud hicieron que esta precoz incursión en la navegación se viera interrumpida por un tiempo pero quedó latente en mí.

navegando en el primer velero H20 de el que fuera de Jorge Heguilor


     Luego mi padre compró un crucerito de madera a un precio muy accesible. Simplemente no lo podía creer, fue tanta la alegría que hice una maqueta del mismo. Era magnífico, ¡volvería a navegar!
     Poco tiempo después entendí el insignificante valor de la compra. De  tan barato, vivíamos  achicando todos los días, pues  apenas flotaba.
     El crucerito salió a varadero y empezaron los trabajos. A mis doce años pude ver cómo se desarma un barco de madera en apenas dos semanas y cómo se reconstruye algo parecido, en dos años. Y empecé a ver la carpintería naval como una obra faraónica pero no imposible. A pesar de mis nulos conocimientos siempre alguna tarea de carpintería me daban.
     Finalmente llegó el gran día de la botadura. Recuerdo que la gente se acercaba a la pluma y miraba con  desconcierto. No entendían si salía del agua o entraba. Realmente quedó feo y sin terminar. Mi padre y yo nos consolábamos diciendo: “De noche y de lejos se lo ve lindo”.
     Lo navegamos un par de veces hasta que por esas cosas de la vida quedó durmiendo en su amarra durante años como tantos otros barcos. Con el tiempo terminó convirtiéndose en una “casita flotante” para mi padre recién separado.
     Un día lo visité en su casa-barco, lo encontré arrastrando el motor del mismo por la cubierta y, por un instante, se renovó mi esperanza de navegar en ese barco al que tantas ganas y tiempo le dedicamos. Entonces le pregunté: “¿Lo vas a arreglar?”. “No”, me dijo. “Lo voy a tirar al agua para que por lo menos sirva de muerto en la amarra de proa. Me ocupa mucho espacio adentro”.
     No  lo podía creer, fue un momento triste, en el que tomé conciencia de que ese barco no navegaría nunca más. En ese instante entendí que si quería navegar tenía que valerme  de mis propios medios.
     La realidad marcaba  que no podía ni quería comprar un barco terminado, quería algo que pudiera armar yo. Pero a los 18 años no tenía idea por dónde empezar. Así fue que diseñé y construí un carrito a vela. Era  solo cortar y soldar fierros, nada del otro mundo para un técnico mecánico. Lo "navegué" durante una temporada en la costa de Quilmes cuando había bajante. Fue una hermosa experiencia.

escorando con el carro a vela (wind car)


     Dos años más tarde mi padre me dijo: “Hay un Dragón abandonado que está algo podrido pero por poca plata lo compramos, lo emparchamos y en dos meses estás navegando y corriendo regatas”. Ni bien terminó el comentario, ya estaba mirándolo. Si bien era lo que había soñado un par de años atrás, todavía no me sentía capacitado para trabajar tanta madera. Vi todas las varetas que tenía que cambiar y me pregunté: ¿Cómo le doy semejante curva a la madera sin que se parta?
     Unos días después miré algunos libros de ingeniería naval para saber más del Dragón. Fue así que encontré  el libro “El deporte de la vela” del ingeniero Juan Baader. Percibí que tenía la posibilidad de recuperar una obra maestra del diseño naval. No me cerraba de ninguna forma que ese barco de líneas que me estaban enamorando pudiera convertirse en cenizas en alguna salamandra. No estaba seguro de poder emprender esa reconstrucción pero cerré los ojos,  lo imaginé navegando y lo compré.
     Cuando empecé a desarmarlo vi que realmente estaba mal. La popa en quebranto; el alefriz, podrido de proa a popa; la roda, el codaste y todo lo que seguía para arriba, planeros, varetas, tracas, baos, cubierta, brazolas y cabina, no tuvieron mejor suerte. Varias veces me planteé abandonar la empresa pero, de a poco fui aprendiendo y lo que al principio era terrible ya no lo era.

Varetas nuevas y luego tracas


     Mucha gente pasaba por el varadero y se alegraba de verlo revivir. Algunos me felicitaban y daban consejos. Tampoco faltaron los "opinólogos" que decían, entre otras cosas: “Pibe, estás loco. Esto no es un trabajo para cualquiera. No vale la pena, comprate uno de fibra”.
     Corría el año  2001, ya estaba cansado del trabajo de oficina y con la ayuda de la devaluación y unos dólares bajo el colchón decidí dedicarle todo el tiempo posible. Mi vida se transformó completamente. Era tiempo de dedicársela al sueño que tanto tiempo me desveló: construir mi propio barco.
     Instale una carpa en el varadero y viví casi un año al lado del barco. Recuerdo despertar, ver la proa y decir, hoy vas a tener una vareta nueva.

viviendo en carpa al lado del barco


Desayunar entre viruta, latas de pintura y en un sueño que de a poco se estaba materializando, era mi mejor forma de empezar el día. Finalmente después de  tres años de reconstrucción el Favonious fue botado nuevamente.
     Fue obra de la pasión, la tenacidad y los conocimientos adquiridos día a día, rumbo a rumbo. El mismo que estaba trazando para mí la espiral de la vida.
Lo  disfruté durante un año hasta que varias cosas empezaron a fallar. La cubierta era un colador y cuando escoraba la obra muerta tenía pequeñas cataratas por todos lados. Si eso fuera poco, entre otros desastres, desarbolé.
     Esta vez el regreso al varadero fue para  rehacer lo que no funcionó,  lo que demoro un año más. Esta vez sin carpa.

Volviendo a navegar, recuperado del abandono

 
     Sobrevino una etapa en la que empecé a desarrollar motores fuera de borda. Por un momento tuve la idea de fabricarlos en serie, probé con infinidad de cosas, pero el más simple de todos fue el que mas llamó la atención. Básicamente utilizaba un taladro de 220 voltios y un pequeño grupo electrógeno. Una simple versión de lo que se conoce como sistema híbrido.

con motor hibrido a 220volts utilizando un taladro


     Toda esta experiencia me fue volcando lentamente a desarrollar un trabajo relacionado con la náutica. Puedo decir, con prudente orgullo, que mi barco está construido, prácticamente en su totalidad, con mis manos. Así también los motones, molinetes, mordazas, que conforman su maniobra, los que dieron origen a mi actual emprendimiento laboral: Efimec.
     Estoy agradecido a todos los que me apoyaron y de hecho a la vida misma que me permitió conjugar en un mismo verbo la pasión por la navegación y por la manufactura naval. Ya son varios los barcos que navegan y corren con productos fabricados en mi actual empresa.


Dragon desde la pluma del buchardoDragón Favonious

El sueño se hizo realidad, el Dragón revivió y me abrió la puerta a un nuevo universo. Navegar sobre sus líneas de agua, correr regatas y dedicar mi vida laboral para que otros puedan hacerlo con la mayor precisión y seguridad.

 

PABLO ANDRES LAFFAYE

Pelicula filmada en este barco, click aqui

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